El ángel magnífico descendió hasta la cima de la montaña.
Sus alas tenían la envergadura de un elefante pequeño y el color de la nieve más pura bajo un rayo de sol.
Se acercó al niño que jugaba solo en la montaña, haciendo rodar carritos sobre piedras lisas y negras.
Le dijo:
-Con los poderes que me han sido otorgados, te concederé cualquier deseo que tu corazón ampare.
El niño contempló las alas. No se asombró, el niño no tenía miedos. Y el niño, solo y puro, no tenía ningún deseo.
-No deseo nada.
-Un humano debe desear.
Juguetes? Amor? Poder? Dinero?
No, el niño tenia todo lo que podía desear.
El ángel sonrió y alzó el vuelo. Se veía un poco triste.
Y una voz infantil, desde lo lejos, gritó:
-Sólo deseo una cosa! Si te quedas conmigo, todo estará bien!
Y el ángel volvió, posándose como una paloma mansa, deseando con todas sus fuerzas cumplir el deseo del niño.
Sus alas cayeron, se deshicieron, sus ojos dejaron de resplandecer. Todo fuera por el deseo del niño...
Un ángel también tiene derecho a sentirse solo de vez en cuando.
2 comentarios:
Te estás hablandando? no, es joda...
Prefiero un zombie o n vampirto que un angel.
No eres el primero que me dice eso.
Sangre quieren, sangre tendran.
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