miércoles, julio 30, 2008

Rayuela

Corro con sigilo entre las mesas y estantes de libros.
No quiero que se asuste con mi presencia.
Está sentado en una de las últimas mesas. Solo, con el ejemplar de Rayuela tapándole el rostro.
Corro entonces entre los dibujantes de mapas, los redactores de informes y los cazadores de dragones. En algunas ocasiones, sus papeles vuelan con mi velocidad silenciosa. Incluso, un tarro de tinta voló para dar un bonito aterrizaje de cabeza en un extenso trabajo cartográfico sobre la topografía atlante.
Ignoré los gritos de dolor del cartógrafo y me apuré a quitarle el libro al lector de Rayuela, antes de que sacara su máscara y sepultura su dolor en un sombrero de ala ancha.
Ahí estaba, escondido.
Ya sin libro entre las manos, me observó con su lánguido rostro lleno de lágrimas.
Temblaron sus labios y dijo:
-No puedo leer. Ya no puedo leer, nunca. No veo sino garabatos en las páginas. Ya... ni siquiera sueño.
Se tiró sobre la mesa con la cabeza entre las manos y las falanges entre los dientes, ruñiendo las yemas de de los dedos como una rata exasperada.
Y lloró amargamente.

1 comentario:

Anónimo dijo...

buen texto señorita
algo mas bueno?

un beso