lunes, abril 14, 2008

Contraatacar y lamentar

Con mis nudillos sangrantes y mi respiración entrecortada, al fin, derroté al Enemigo.
Lo volví pedacitos minúsculos, lo volví nada.
Es difícil, muy duro, descubrir la identidad del Enemigo. Saber que sus pasos te rondan siempre, que solo necesita de un descuido minúsculo para volver al ataque. Que es superior a ti y que puede resucitar cuantas veces le sea necesario. Que no puede romper tus huesos, pero que puede comerse tu alma y convertirte en un ente sin sentimientos.
Cuántas veces puede revivir, no lo sé. Pero yo lo golpearé, lo trituraré hasta que la victoria final sea mía.
Iba alejándome de sus restos cuando oí una vocecilla maligna. Miré a mi alrededor y vi que uno de sus trozos había saltado hasta mis pies. Recogí el trozo de vidrio hasta que noté que su boca, un vulgar remedo de la mía, había aparecido allí.
-Amigo, no tienes por qué hacer esto.-Dijo en tono de burla- Siempre he estado a tu lado y siempre voy a estarlo. Otra cosa, con esta ya sumas 3178 años de mala suerte.
Se rió, se rió tanto que hasta yo solté una risita nerviosa. Grité, el gritó, y lo lancé a la acera para triturarlo con mi zapato.
Mala suerte... mala suerte, como si sus palabras no fueran una maldición peor que sus sucesivas derrotas.

1 comentario:

Kenneth Moreno May dijo...

Contrario a la ilusión son los espejos los que se reflejan en la carne