lunes, junio 20, 2011

Nebulae

Pero me vuelvo hacia el valle,
a la sacra, indecible, misteriosa Noche.

-Himnos a La Noche, Novalis.

¡Cuánto hemos confiado en que el día es el orden natural de las cosas! Sabiendo que el día es sólo una breve capa que se extiende sobre nuestro planeta por unas pocas horas. Una cosa rara y efímera en el infinito mar de noche que inunda el espacio.
No, la noche es el orden natural de las cosas. De cada diez cosas que hay en eso que llamamos universo, una es luminosa y nueve son oscuras. Una es un pedazo de hidrógeno quemándose por los siglos de los siglos, amén. Las otras nueve, ni siquiera sabemos qué son.
Yo, bacteria minúscula e intrascendente frente a la inmensidad del todo, pienso en los momentos en que deambulé bajo la Noche, con un encendedor entre mis dedos, transformando moléculas en materia luminosa sin darme cuenta en instante alguno de mi poder.Sigo siendo la misma bacteria. Pero las calles se han transformado en campos intergalácticos, tan vacíos y tan llenos. No camino, floto. Soy el pequeño corazón orgánico dentro de una piel metálica, sumergido en Ella, la Noche.
El Día brilla a infinitas distancias, contando con titilante intensidad historias de los albores del tiempo. El fuego, esférico y cálido, habla con lenguas de fuego a unos diez minutos de mi cuerpo. Su silencio todo lo dice.
Un cuerpo azul pálido, oscuro en si mismo, es abrazado por la calidez solar. Su brillo celeste da la ilusión de que en él todo es Día. El reino del día, minúsculo, mitad oscuro, mitad no. Sus habitantes, seres sin brillo, se calientan las manos en hogueras, jurando que viven en un barco enorme y no en una balsa que zozobra. ¡Imaginación humana que se esfuerza inútilmente por trazar las fronteras del universo y siempre las desdibuja! El Universo es indiferente. Yo sólo floto. Pero el universo no es más que una foto vieja. La Luz que hace borrones en el papel, dejando una estela.
Una Luz viene en la distancia. No es fuego, es hielo. Hielo encendido y brillante. Silbaría con su velocidad, si aquí el sonido significara algo. Su destino parece incierto, aunque sé que su camino es inmutable. Su luz me inunda y me apacigua. Entonces lo entiendo. Su destino es la esfera azul. Allá tienen un nombre para la luz, el hielo. Yo no le pongo ninguno. No debería tenerlo. Su resplandor alcanza el planeta, se aferra a él. Y el planeta brilla entre remolinos de fuego, brilla como nunca antes en su historia. Es Día, es reino del día, es la esencia de la luz y todo es opaco a su lado.
Ojalá fuese eterna la luz para que fuera mi compañera en este viaje. Mi viaje es como el del cometa, sin sentido pero sin posibilidad de ser cambiado. Pero el hielo... el hielo se mezcla con el fuego y lo apaga. La esfera celeste es ahora más gris que azulada. El fuego muere. El humo flota y sume todo en tinieblas densas. Las sombras no se extienden, se descubren porque siempre han estado allí.
¡La Noche!¡La Noche! Las calles son ahora noche. Eso que creía mundo es ahora noche. Aquellos que lo vivían conmigo son ahora noche. Mi única compañera en este viaje es ella. Su frío me abraza cuando intento conciliar el sueño. Su presencia me da escalofríos cuando trato de separar mis sueños del espacio que veo a través de la ventana. El Universo es Noche, es la soledad inmensa, incontable, infinita. Es la soledad de saber que mis palabras son las únicas que quedan de una raza entera, que se pierden en el espacio. No hay oídos para esta historia.

También yo soy Noche.

Better while listening to: On The Nature Of Daylight - Max Richter

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