Ellos, a mis espaldas, como aparento distraerme, hablan de mí. De sus planes para mí, de su futuro para mí.
A mí no me interesa lo que hagan conmigo.
No me interesa si van a decir algo...
si van a hacer algo al respecto...
si van a hablarme seriamente...
si tienen noticias que contarme...
si alguien desapareció...
si hay un observatorio en Villa de Leiva...
si quieren manifestar su odio hacia mi perro hablando de niños mutilados a mordiscos....
Y si no me interesa, camino y me voy.
Es que soy hasta maleducada, sí, es que soy hasta maleducada.
Yo los miro y ninguno me importa.
Y me voy.
Hablan de la televisión. Todo el tiempo. Para ellos, la vida es un reality show. Un show de concursos.
GANE MÁS DEUDAS DE LAS QUE YA TIENE CON KOI M.
LA VIDA REAL DE UNA MISÁNTROPA FRACASADA.
GANE UNA CITA CON UNA MUJER QUE PROBABLEMENTE LO ACABARÁ CASTRANDO.
Shows sin rating. Quizá solo algún demente interesado en ver una existencia que no se aliena con las banalidades que ocupan su rutina
La apago, discusiones me gano.
Podría, debería odiarlos. A la televisión, a ellos. No los odio. Odiar distorsionaría la comprensión que poseo de su falsedad.
Vista objetivamente, la vida humana se compone de conjuntos infinitos e innecesarios de distorsiones. Los humanos navegan ciegamente entre sus percepciones erróneas. Los humanos consideran, aunque sus experiencias rebatan insistentemente esta concepción, que pueden llevar sus pobres mentes a comprender una verdad absoluta.
No me contradigo. No tengo una verdad absoluta sobre esta humanidad sin futuro. Tengo una aproximacioon que ha resultado ser muy acertada.
Es posible hacer que una mentira sea una verdad y cambiar el mundo con ella.
Fingir es mi peor arma. Fingir afectos.
En lo principal Saffron tiene razón.
Aiden cae en falacias. Se mira al espejo y ve un ángel salvador.
Me ve a mí y ve algo que no es real. Confía en sus ojos. Es un iluso, un iluso más... lo podemos sacrificar.
Lo podemos sacrificar.
Camino por la ciudad. Nada que ver. Las luces y las tinieblas, perdiendo y deslumbrando. He apagado la TV, he cerrado la puerta, no me he despedido. Mi familia. Disiimil, ingenua. Deben pensar que me encamino a una fiesta. A una fiesta pesada, drogada, pasada del liimite. Sería mejor para ellos que así fuera.
En este momento, voy a verme con Saffron. Voy a discutir la mejor manera de usar cierta arma que hemos hallado y reparado conjuntamente.
Para ser más clara, queridos lectores, lo único que me interesa es convertir mi mentira, mi hermosa mentira, en verdad. Quebrar las mentiras a las que el mundo está acostumbrado.
En el proceso grandes sacrificios tendrán que ser hechos.
Camino por la ciudad, el metro pasa ruidoso a mi izquierda. En la estación, alguien me espera.
TO BE CONTINUED...
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