(Lectores, si queda alguno, les cuento que estoy bien. Bien y muy feliz. No les explicaré por qué estoy feliz, me da locha. Pero lo estoy. Las razones de mi no-actualización son varias, incluyendo la dedicación a otros proyectos raros en la blogosfera y el bloqueo mental)
Hay una puerta blanca, con rendijas.
¿Qué hay al otro lado?
Escucho pero no veo. El llanto de un niño, una conversación rutinaria, un plato que cae.
Hay un mundo de ondas sonoras afuera de unas rendijas estrechas, para unos ojos cobardes que no se asoman. Un mundo que transformaré a forma y color según lo que mi mente diga que debe ser.
¿Qué debe ser?
No he pensado en eso. Una familia feliz. No conozco eso, entonces una familia hipócrita. Debe serlo... Debo atenerme a lo que sé...
No sé nada, mi memoria sí. Mi memoria me quiere matar, me quiere embaucar, me quiere abandonar. Mi memoria está recluida en lo más profundo de mi ser. Tergiversará lo que debe ser para que parezca lo que es.
Puede que sea robots de museo. Puede que sean actores ensayando. Puede que sean las voces de trasgos invitándome con engaños a caer en un abismo insondable.
Quizás allá afuera sólo esté la negrura de la no existencia.
Quizás sea el eco.
No tengas miedo. Abre la puerta.
Y si hay alguien, veré sus ojos. Bondadosos o malignos, azules o negros; navegaré por su esclerótida hasta lo más lejano de sus pupilas. Me ahogaré en sus lagrimales, cegaré sus iris, arrancaré de sus ojos las imágenes que componen su realidad.
Porque aunque cierren los ojos el mundo aún estará ahí.
Porque aunque vivan en el olvido todos sus crímenes aún serán castigados.
Porque sin las imágenes de su vida el mundo está tras una puerta blanca, con rendijas.
Y mis ojos, cobardes, cerrados, cuencas inútiles, no se atreven a asomarse.
Afuera suenan las llamas, la lluvia, un grito, un golpe seco.
Adentro. Incluso adentro, cierro los ojos. No hay nada, nada existe, nada puedo contar.
Better while listening to: Life is a Perception of you own Reality - Chiodos
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