Las imagenes se filtraron en sus ojos por un rayo de luz, formándose en la parte posterior de la cabeza como un proyector invertido. Consistían en grafos ininteligibles, un poco como árabe, como la silueta de una cuidad y las venas del antebrazo.
Las pupilas se dilatan, el rayo de luz forma líneas entrecruzadas, manojos de agujas rodando en la arena, circulitos de colores resplandeciendo entre dedos tiernos y labios lozanos.
Las líneas chocan, se raspan, arrancan esquirlas, suenan como violines y violinistas ardiendo...
Las líneas son llamas, los círculos son veneno y estrellas fragmentando el cráneo, la mente; reventando con haces de luz cada nervio, cada sensibilidad.
Y la cabeza, recostada en una almohada de plumas, es una guerra nuclear en miniatura.
Es una sinfonía suprema.
Es es mundo en trazas explosivas.
Y como todo mundo, por pequeño o grande, activo o inerte, tiene su fin.
Las pupilas del hombre se contraen, su respiración se apacigua. Su ceño se relaja, esboza una sonrisa. Ve por el rabillo del ojo el monitor que registra sus latidos, que antes no estaba allí, y la hora en el reloj de la pared.
Le ha tomado tiempo, y un poco de esfuerzo físico, por lo que puede ver...
Es el mejor filme suyo, el perfecto, el único.
Ninguna objeción, ningún otro método por probar, ninguna otra sensación por crear. Por fin, ha concluido.
Better while listening to: The End - The Doors
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