-A ver, estas sí no se las sabe. ¿Cómo se llaman?
-Clavellinas.
-¿Y estas otras?
-Bifloras.
-¿Por qué bifloras?
-Me parece que es porque parecen ser dos flores... ¿No es un poco obvio?
-Usted sabe mucho de esto.
-Eso no es verdad. Hay de estas en casi todos los jardines.- Respondí con sinceridad. Me gustan las flores, los nombres de las flores, sus aromas, pero no sé mucho. No mucho más de lo que saben mi nariz y mis ojos de ellas.
***
-¿Cómo se llaman esas flores?
Señalé, con mi pequeña y curiosa mano de esos tiempos, las flores. Grandes, solitarias, amarillas y rojas.
-Achiras.
-¿Como las de paquete?
-Sí, niña, de ahí las sacan.
No me cabía en la cabeza que se pudiera hacer comida chatarra con flores. Otra cosa contradictoria del mundo. Pero para el momento en que podría estar pensando en que las famosas achiras del Huila se hacen solamente con las raíces mi mano ya señalaba con inquietud otra flor.
-¿Y esas?
***
Tal vez yo no parezca ser el tipo de chica a la que le gustan las flores. Porque no me gustó jamás la idea de regalar cartitas con grandes margaritas mal dibujadas, ni los estampados floridos en la ropa, ni suspirar como tonta con la fotografía de un par de gatitos revolcándose en un prado primaveral. Me gustan los gatos, me gustan las flores, me gusta redactar largas cartas, mas la melosería me parece enfermiza. Yo... simplemente... gusto de atarme el cabello con una cinta adornada con una rosa negra. Eso es todo.
Es que las flores, las flores reales, son tan bonitas... y tan poco apreciadas, de verdad...
***
Bajábamos a lo que yo llamaba "el jardincito", que no era más que un oscuro y verde pasadizo cubierto de flores a los dos lados y guardado por tres grandes faroles. Sigue siendo un lugar precioso, pero ahora está cubierto de cartuchos, cartuchos blancos, de esos que recuerdan vagamente a primer comunión.
En aquellos días, aquellos hermosos días, había orquídeas, había conchitas... y había violetas.
-Esas son las violetas.
-¿Dónde? Yo no veo sino hojas.
-Por eso...-Dijo sonriendo, sonriendo con una de esas sonrisas imperceptibles que en sí mismas encierran un monólogo- Por eso son las flores de la humildad. Ellas no presumen de nada, tapan su belleza con las hojas. Bonitas flores, las violetas.
Corrió las hojas con cuidado, para que yo pudiera verlas...
Una lástima, que ya no haya más violetas allí. Los cartuchos no me traen ningún recuerdo especial. En mi primera comunión tuve que usar uniforme, me quemé con el cirio y me persiguió una avispa. El cura que me confesó tenía la fastidiosa costumbre de pegarle golpes en la cabeza a todos los confesados.
Con eso engordé en ese entonces la creciente lista de agnósticos de ocho años de edad.
Volviendo a las violetas, quizás el jardinero las quitó porque no podía con la nostalgia.
Quizás.
***
Las flores me recuerdan a tanta gente... a tantos sitios. Las hortensias a Rionegro, los geranios a Jardín, las flores de coral a Santa Marta. A Medellín, los lirios de día. Esas flores casi siempre amarillas, otras veces intercalando sus pétalos entre naranja y carmesí, muy raras veces de otros colores, siempre floreciendo en esta extraña ciudad. El indiferente ciudadano común no les presta atención, a pesar de que su fragancia es deliciosa y son de esas flores que hasta en la penumbra se ven bonitas.
Como las rosas.
Pero las rosas son perfectas, no cabe comparación alguna.
***
En nuestro patio no había flores. Había cuernos, una tomatera, un brevo, una planta cuyas hojas parecían huellas de algo, dos chefleras y una infinidad de cactos. Me preguntó de dónde esa obsesión con los cactos, como si estuviéramos en un desierto y no en una ciudad donde llueve doscientos días al año. La verdad es que nunca le pregunté.
Igual siempre los cuidó con el mismo amor con que cuidaría unas violetas.
No digo que los cactos no florezcan, a mí también me gustaban, a pesar de los inconvenientes con las espinas. La flor del cacto erizo es particularmente especial.
***
Cuando necesito calmarme (Necesidad mía más recurrente de lo que debería), salgo a dar un largo paseo... voy al "jardincito", paso por parques soleados, miro el cielo entre las ramas de las hojas, el color de los muros de ladrillo cuando les da el sol, alguna flor en particular.
Me hace sentir menos sola.
Y las rosas... condenadas florecillas perfectas...
***
La corona de espinas se caracteriza precisamente por eso, tener muchas espinas afiladas. Es un arbusto pequeño, a veces la gente lo utiliza para hacer setos. Sus flores son muy pequeñas, y del color de la sangre.
Un día me acosté encima de unos de esos arbustos.
No sé cómo no me lastimé.
Puede que sea una planta frágil encubierta, que sus espinas sean más frágiles de lo que aparentan...
***
Y las rosas, malditas rosas, maldito suplicio mío. Me encantan, me encanta cortarlas, así me vuelva nada arrancándolas con las manos.
En mi último cumpleaños me dieron girasoles. Deberían haberme dado rosas. Los girasoles no me gustan.
Malditas rosas, como acrecientan mi soledad... soledad, soledad, como si ese fuera su segundo nombre...
Tal vez las flores estén tan solas... no, no creo. No tanto.
1 comentario:
yo si comento ñaaaaaaaaaaaa
todo a su debido tiempo
leeo y me quedo un rato pensando en como lo entenderia y me hago miles de preguntas como:
como se llama el ending de samurai x?
ya quiero que den samurai x en animax y todo eso¡¡¡
por eso me desconcentro un poco y vuelvo a leer pero todo bien me gusta su blog(dese cuenta siemple le hablo a la gente de forma formal con tercera persona(usted) pocos o diminutas veces el (tu)por que es muy estupido¡¡¡¡)asi me volvi a salir del tema ahgggg si ve? gueno me gusta su blog aracnido
Publicar un comentario