-Viernes de mierda-Digo, como obligatoria declaración semanal- Creo que hoy si me voy a pegar un tiro.
-Tengo una pistola, si sirve de ayuda...
-Sí claro, pedazo de imbécil.
-¿Qué dijiste?
Me bloquea el paso, con expresión fiera. Miro hacia abajo, sigo llevándole una cabeza. Pero no la subestimo, estoy consciente de que me supera en fuerza y en longitud de uñas.
-Dije que sos un pedazo de imbécil.
Se corre a un lado disgustada. Qué gran malgasto de energía sería golpearme cada vez que le doy motivos. Y cuando quiere golpearme, tengo el consuelo de tener piernas más largas.
Otra muchacha que camina a nuestro lado zanja nuestra conversación con un banal comentario sobre el párrafo que lee en el instante.
-Y "Los respetables gustos del suicida los dejaremos para más adelante". Menos mal, que idiotez las ideas suicidas.
Alguien se ríe entre pensamientos difusos. El resto ni siquiera cambian la expresión del rostro.
-Parece que siempre nos descartan-Digo yo.
-Aquí no hay suicidas.
Levanto el antebrazo de la chica de la pistola. El tramado de cicatrices es evidente. Ella apenas susurra "¡No mires!" y quita el brazo con rabia.
-Ella sólo lo hace por llamar la atención.
-Claro que no. Es ahora que lo hace para manipular afectos, pero no siempre ha sido así.
La muchacha del libro mira a la muchacha de la pistola. Ella se encoge de hombros y responde:
-Ya que se me presentó la oportunidad de usar esto para manipular...
Seguimos caminando, meditando. Y es viernes y el sol me arde tanto en la cara y mis manos están manchadas.No sería viernes si no estuvieran manchadas.
-Maldito viernes. Como quisiera que alguien me pegara... y que no seás vos.
La muchacha de la pistola baja la mirada. Ha perdido la oportunidad. Pero es mediodía y sus manos están limpias y las cicatrices son como grabados en la piedra. Pero a ella no le arde el sol y sus ojos como profundísimos pozos negros absorben la luz sin ningún remedio.
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