Aceleró el paso. El sendero del risco se había vuelto menos inaccesible y el miedo a caer se desvaneció.
Lesath...
¿Estás ahí?...
Otra vez el llamado. Una figura oscura aguardaba en el umbral del castillo. Era él quien la llamaba insistentemente, y ella se detuvo a observarlo.
-Podrías haberme pedido que te trajera.-Dijo él- Habría sido menos peligroso.
Lesath se limitó a fruncir el ceño ligeramente.
-Sé que no confías en mí ni en mi dirigible. Será mejor que entres, descanses y hablemos luego.
-No tengo tiempo. Tiene que ayudarme antes de que amanezca.
-Te he dicho que no me hables de usted. Por favor, entra.
Entraron a un salón tan enorme como opulento, iluminado por miles de velas que llenaban los estantes. Tales estantes habían sido fabricados en ébano negro por un grupo de artesanos de habilidad extraordinaria. El salón estaba vacío a excepción de los estantes y dos sillones ubicados al final de la estancia. Se dirigieron hacia allá y tomaron asiento.
-Me encanta que me visites. La cima de un risco no es el lugar perfecto para hacer amigos.
-Alphard..."Corazón de solitario"-Musitó Lesath-Tal vez ese sea tu destino.
-Tal vez sólo sea mi estúpido nombre. Noto que viniste para que te ayudara en algo.
-¿Cómo supiste que venía?
-Lo sentí en el viento.
-No soy imbécil.
-En parte si lo sentí en el viento, en parte te vi desde la torre y recordé que eres lo suficientemente orgullosa como para arriesgarte a caer desde el precipicio con tal de no pedirme un favor.
-Pedirte un favor es precisamente lo que voy a hacer.
-Sólo porque soy la última opción.
-Exactamente.
El rostro de Alphard Farkadain mostró una mueca de cansancio y Lesath procedió a realizar su petición.
-Necesito que le envíes ciertos manuscritos a alguien muy importante. Y por favor, que nadie lo sepa.
-Cuenta con eso.
Un suspiro de parte de Alphard. Estuvo a punto de levantarse, pero decidió hacer una pregunta.
-Dime una cosa, ¿Por qué me odias tanto?
-No odio a nadie. Es que prefiero no hablar con la gente. Además tu palacio y tu dirigible huelen a...
-Muerte y devastación. Ya sabía. ¿Tienes los manuscritos?
Lesath los sacó de una bolsa de tela.
-¿A quién debo enviarlos?
-A Berenice Benetnasch, en la Ciudad de Carcosa. Otra cosa, no debes permitir que la luz del sol los toque.
-¿Por qué?
No hubo respuesta.
-¡Phaed-5!- Gritó Alphard.
Una especie de sirviente albino con rasgos poco definidos entró a toda velocidad por una portezuela.
-Envía estos manuscritos a Berenice Benetnasch en Carcosa. Evita por todos los medios que los alcance la luz solar. Usa a Algorab. Hazlo lo más rápido posible.
-Sí, Señor.
Ni a Lesath ni a Alphard les preocupaba que Phaed-5 llegara a hablar más de lo debido, porque simplemente no lo consideraban una persona. Su visión de él era más parecida a la manera en que hoy vemos a un robot. Phaed-5 era algo perteneciente una raza de seres llamados "metasadachbianos", seres creados artificialmente tomando un espíritu totalmente doblegado y encerrándolo dentro de un cadáver (generalmente de un paria o enemigo). El ser resultante era un metasadachbiano-0 o "Padre", que luego podía ser clonado casi indefinidamente para generar más sirvientes o soldados. Phaed-5 era, por lo tanto, el quinto clon creado a partir de un Padre.
Alphard y Lesath guardaron silencio mientras Phaed-5 salía. La oscuridad ensombrecía a momentos sus rostros, jugando con las tenues llamas de las velas.
-Ve a descansar-Dijo Alphard-Por la mañana te llevaré de vuelta a la llanura.
-Tu dirigible es insoportable. Está lleno de esas cosas que van a terminar por matarme o enloquecerme.
-Las supuestas sombras malignas otra vez. Lo único que me hace considerar su existencia es que son la única cosa en el mundo a la que pareces tenerle miedo.
-Parece que sólo entiendes lo que tus ojos ven. Supongo que tendré que quedarme aquí.
-Ven, te mostraré una habitación.
Se dirigieron hacia unas cortinas situadas en el fondo y desaparecieron tras ellas.
En aquel mismo momento, un cuervo gigantesco salía de una de las terrazas del castillo y llevaba un paquete cuidadosamente cerrado y asegurado hacia la lejana y resplandeciente Ciudad de Carcosa.
2 comentarios:
Perdona que no lea completo el post pero primero quiero leer las otras dos entregas, nada más pasaba a saludar y a desearle que se la pase bien en los festejos decembrinos, crea o no, festeje o no, las fechas se prestan a la perfección para el convivio y la autoreflexión, ps feliz navidad y un abrazo...
no entiendo. me gustó la música, te recomiendo la 11va de shostakovich y a Bela Bartok
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